Las
franquicias han existido desde hace siglos, pero no empezó a extenderse hasta
la década de 1930 en Estados Unidos, cuando el establecimiento de la
electricidad, los vehículos y, en la década de 1950, el sistema de autopistas
interestatales ayudó a impulsar el establecimiento de franquicias, en especial
la basada en venta de alimentos o establecimientos de servicios. Según la
Asociación Internacional de Franquicias, aproximadamente el 4% de todos los
negocios en los Estados Unidos son franquicias.
Los
contratos de franquicia son generalmente libres y pueden incluir una gran
variedad de cláusulas, en función de los países en los que se celebre, ya que
la regulación nacional puede variar. No obstante, y aun existiendo diferentes
normativas en los diferentes países que serán necesario consultar.
Si bien la
franquicia se trata de una relación contractual comercial entre el
franquiciante y el franquiciado, ésta debe basarse en una confianza mutua, ya
que alguien pone todo su esfuerzo físico e intelectual y parte de sus ahorros
para manejar el negocio como propio, y el dueño de la marca pone a su
disposición un apoyo inapreciable de experiencia de marketing, entrenamiento y
gestión, como así también tiene resuelto la mejor manera de equipar un local y
en muchos casos acceso a financiamiento propio o a través de terceros.
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